Fuente: Diario Médico. Cartas. Viernes , 30 de abril de 2004

Células Embrionarias: ¿Progreso o Retroceso?

En los últimos años se han producido notables avances en investigación con células madre. Frente al convencimiento clásico de que algunos órganos mantienen las mismas células a lo largo de toda la vida y no pueden reponer las que se eliminan, hay cada vez mayor evidencia de que poseen células madre capaces de diferenciarse en adultas, y contribuir a la regeneración de ese órgano. También se está comprobando que en el individuo adulto hay células madre pluripotentes, con capacidad de diferenciarse en otro tejido distinto.

Aunque todavía quedan muchas cuestiones por resolver, diversos ensayos clínicos con células madre del propio individuo ofrecen resultados alentadores, ya que mejoran la función de un órgano, probablemente por regenerar una parte del tejido necrosado. Esto se ha producido, por ejemplo, con el implante de mioblastos o de células madre hematopoyéticas en el miocardio infartado.

El número de ensayos clínicos efectuados con células madre embrionarias es menor, por diversos motivos: existen serios problemas éticos para utilizar un ser humano como material de investigación; de hecho, en la mayoría de los países no está aprobado por la ley. Existen problemas de rechazo, similares a los del trasplante de un órgano sano a un individuo enfermo. Y numerosos estudios en animales demuestran que las células madre embrionarias producen tumores al inyectarías en otro animal.

De los tres problemas mencionados, el primero parece el más fácil de solucionar. Basta cambiar la ley y promulgar otra que permita la investigación con seres humanos. Por supuesto que los políticos cambian las leyes, pero el caso que nos ocupa no es político sino ético, y la ética debe ser universal, ya que la verdad sobre la persona sólo puede ser una. En 1938, una mujer alemana escribió una carta angustiosa a Hitler pidiendo que le permitiera matar a su nieto recién nacido con graves malformaciones. Hitler, movido por su buen corazón, permitió que lo matara. Luego fue recibiendo más cartas de súplica y no sólo permitió que mataran a todos los recién nacidos con defectos físicos, sino que obligó a declarar el nacimiento de todo niño nacido con anomalías. En esto contribuyó Hitler al "progreso" de la humanidad: en la eliminación de los enfermos y en el desarrollo de la investigación con personas para curar enfermedades de otras personas. Sin embargo, con la perspectiva del tiempo, no se le considera un impulsor de la medicina, a pesar de sus leyes progresistas.

Muchos piensan que lo de ahora es distinto: al fin y al cabo, hay una serie de embriones "sobrantes" de la fecundación in vitro, que no se sabe qué hacer con ellos. ¿Por qué no usarlos para algo útil? ¿Por qué desperdiciar un material humano sobrante si eso no daña a nadie y puede resolver el problema? Y todavía podemos avanzar más: ¿Por qué no donar al propio paciente y utilizar el embrión clonado para inyectar sus células en el órgano enfermo?

La respuesta a todos estos interrogantes sólo puede ser una: la vida humana es tan valiosa que no tiene precio. Por eso nunca debe ser objeto de compraventa ni de utilización. Cada persona es individual e irrepetible. Aun en el caso de que se pudieran producir varios clones de un mismo individuo, cada nuevo ser humano así producido tendría una individualidad distinta de los demás clones. Cada persona humana tiene un fin que le es propio (aunque haya sido producida en una probeta para investigación), de modo que nadie debe ser utilizado como medio para el fin de otra persona o de la ciencia, por muy bueno que sea ese otro fin.

Del mismo modo que no se acepta el corazón de una persona viva para trasplantarlo a un enfermo, no es aceptable sacrificar una persona humana, aunque esté en los primeros estadios de su desarrollo, para fines de investigación ni para tratamiento de otro. No sirve de nada llamarle preembrión, ya que los únicos preembriones son el óvulo y el espermatozoide, pero una vez fusionados ya han formado un ser humano. La dignidad es igual para todos: hombre o mujer; blanco o negro; embrión, adulto o anciano; sano o enfermo; superdotado o subnormal; en situación de alerta o en estado vegetativo. La dignidad de la persona no depende del cómo sino del ser.

El auténtico progreso de la civilización no está en un mayor bienestar material, sino en el progreso moral, que se refleja en el reconocimiento de la dignidad de la persona sin excepción de ningún tipo. Con el transcurso de los siglos la sociedad ha suprimido la esclavitud, se ha preocupado de los enfermos, ha prestado ayuda a los más pobres y marginados, ha puesto rampas para el desplazamiento de los minusválidos.

Estados Unidos acaba de aprobar una ley sobre los derechos del feto: cualquier persona que cause la muerte o lesiones a un feto en el seno materno será acusada de delito. Cuando una sociedad permite sacrificar a los seres humanos más indefensos y desvalidos en aras de la investigación, está retrocediendo hacia la más absoluta barbarie. Otras generaciones, con la perspectiva del tiempo, mirarán con horror el retroceso de la humanidad propiciado por los que se consideraban progresistas en el siglo XXI.

Isabel Coma Canella.
Departamento de Cardiología.
Clínica Universitaria de Navarra.

Enlaces:

Bernat Soria, un homicida convertido en ministro de Sanidad:
http://www.hispanidad.com/noticia.aspx?ID=17453

Bernat Soria, ciencia o demagogia:
http://www.fluvium.org/textos/vidahumana/vid75.htm

El gobierno da un giro al radicalismo, la demagogia y el desprecio al derecho a la vida
http://www.hazteoir.org/node/5015

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